22 noviembre, 2019

LA OBEDIENCIA DE LA FE

LA OBEDIENCIA DE LA FE

LA OBEDIENCIA DE LA FE

Realmente la fe es un don de Dios, y todo ser humano nacido de Dios tiene fe en su corazón.

Es imposible ser salvo sin fe.

Y como es un don de Dios, si has nacido de nuevo y tienes esta fe, es la misma que estuvo en Elías, Eliseo, Abraham, Moisés, Pedro, Santiago, Pablo y Juan; la misma fe que ha tenido todo hombre y mujer, niño y niña.

Romanos 16: 26, dice: «Pero que ha sido manifestado ahora, y que, por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe«.

Las Escrituras, a través de los profetas, fueron dadas para que hagamos saber lo que Dios quiere, y la razón por la que lo hacemos, es para que todos obedezcan a la fe.

En otras palabras, cuando tú sabes lo que Dios quiere que tú hagas y lo haces, esto es obediencia de la fe.

La evangelización de las naciones depende de la obediencia cristiana a la fe. Todos los que se salvan, es porque alguien fue obediente a la fe.

La obediencia, entonces, a la fe, es esto:

creer que la Biblia es Dios hablándonos, pues no podemos escuchar a las personas que dudan de la infalibilidad de la Palabra.

No podemos estar junto a personas que rechazan la autoridad absoluta de la Palabra de Dios.

Debemos llegar al punto donde creemos absolutamente que la Biblia es Dios hablando. Este es el primer paso en la obediencia a la fe.

Pero el segundo paso es que debes hacer lo que Dios dice, porque la fe es vivir por la palabra de Dios.

Dios dice en Salmos 14: 1, «Dice el necio en su corazón: no hay Dios«.

Pero Jesús dijo en los evangelios que, «el que escucha su palabra, y no la hace, es un necio;

entonces dejemos que estas dos cosas queden grabadas desde el principio en nuestro corazón.

La obediencia a la fe es, primeramente, creer que la Biblia es Dios hablando y luego obedecer a la voz de Dios.

Así que la «creencia fácil» de la actual «confesión positiva», ha hecho creer a la Iglesia y la gente que esa fe es algún tipo de fuerza espiritual a través de la cual el hombre puede manipular al Dios del cielo.

El Padre del movimiento de la «confesión positiva», ha escrito un libro titulado, «Fe en tu fe».

Un maestro popular de la Biblia declara, «la palabra de Dios en tu boca produce una fuerza llamada fe».

La idea de una fuerza espiritual es atractiva, porque podemos usarla para nuestros propios fines.

Esta enseñanza concerniente a la fe, pone al hombre en la misma clase con Dios.

No es de sorprender entonces que muchos de estos así llamados maestros de la fe declaren que son Dios. Uno de ellos dijo, «Yo no estoy tratando ser como Dios, yo soy Dios»; Otro dijo, «todos nosotros somos pequeños dioses».

Enseñan que Dios opera por la ley de la fe, o que el hombre que tiene la fe de Dios, es como Dios. Dicen que Dios opera por la ley de la fe.

Ellos dicen: «Ya que tenemos la fe de Dios, entonces somos como Dios», y con esto viene la creencia que podemos manipular a Dios.

  • La primera gracia interna que la fe genuina produce, es la obediencia.

En primer lugar, la fe produce una sumisión a Cristo y no una obsesión por el poder.

David Wilkerson advertía, «Cristo es hecho un extraño en medio de nosotros cuando nosotros queremos Su poder, más que Su pureza».

Si es así, nos hemos movido en la dirección equivocada. La fe es la raíz de la obediencia. Esto se ve claramente en la vida.

Por ejemplo, tú vas al doctor, gastas tu dinero, te dice lo que debes hacer, te da la receta, te dice qué tomar y cuándo dejar de hacerlo.

Si no obedeces y no haces lo que el médico te dice, entonces no puedes culparlo si no funciona.

La fe que rehúsa obedecer los mandatos del Salvador es sólo de apariencia y nunca va a salvar el alma.

 La obediencia a Dios en los asuntos de la vida diaria es la prueba de nuestra fe.

y no podemos conocer realmente las Escrituras hasta que estemos dispuestos a ser cambiados por estas Escrituras.

La debilidad de la Iglesia se debe a la falta de sincera intención de vivir de acuerdo con las oraciones que hacemos y la fe que profesamos; y la prueba de la fe, está en los asuntos diarios de la vida.

Hay dos opciones para el cristiano: rebelión contra Dios u obediencia a Dios.

No importa lo insignificante que sea lo que Dios nos esté hablando, nuestra desobediencia voluntaria a eso, nos hace rebeldes contra Dios, pero nuestra obediencia voluntaria a esto, a lo que Dios nos haya llamado a hacer, nos pone en la clase de lo que la Biblia llama fe.

La fidelidad a Dios es vivir por fe, lo cual demanda que yo viva lo que yo creo.

Debido a la falta de la intención básica del creyente en rendirse totalmente a Cristo, la Iglesia hoy es un fraude abierto a los hombres, profesar sólo de labios esa fe, que una vez trastornó al mundo.

Sólo Dios es digno de nuestra total confianza y obediencia. Y de eso es de lo que se trata la fe real.

Sin la capacidad de confiar en Dios, no puede haber amor real hacia Él. Tú confías en las personas a las que verdaderamente amas.

Los matrimonios en donde un cónyuge siempre está sospechando del otro, no tienen amor. Ahí no hay amor.

El amor implica confianza. Simplemente, confianza total.

Al querer sujetar a Dios a las leyes espirituales, «ciencia religiosa» o «confesión positiva», se le reduce a una fuerza o principio. Esto hace a Dios un peón en nuestras manos. Esto no es fe, sino un intento de ser Dios.

La fe verdadera incluye lo siguiente:

Primero que nada, renuncia del «yo».

En la medida que tu meta sea obtener algo, estarás actuando en base a tu «yo», y no en fe.

Segundo, la fe nos da confianza en Dios, una confianza total, implícita en Dios.

Todas las grandes obras de Dios han sido realizadas a través de hombres y mujeres débiles que dependieron totalmente en Dios.

En tercer lugar, la fe verdadera implica el fin de la auto dependencia y el comienzo de una dependencia totalmente en otro.

La fe siempre es en Dios, e inevitablemente resulta en obediencia a Él y a Su palabra.

Una fe que no nos guía a la obediencia, no es fe en ningún sentido. Es una presunción.

«Si me amas, guardarás mis mandamientos», es el primer pre-requisito de la fe.

El amor y la obediencia son inseparables. No podemos tener uno sin el otro. Une esto: «Si me amas, guardarás mis mandamientos», con «la fe obra por el amor». Esa es la palabra de Dios. La fe guía a la obediencia. El amor guía a la obediencia.

Amor, obediencia, fe, la palabra de Dios, el Espíritu de Dios, todos ellos son sinónimos. Están separados, pero si uno está ahí, el otro está ahí también.

Si amo a Dios, obedezco a Dios. Si obedezco a Dios, entonces estoy con toda certeza andando en la palabra de Dios. Si ando en la palabra de Dios en obediencia a Dios, entonces estoy andando en la fe de Dios, y si ando en la fe de Dios, ando en el Espíritu de Dios.

Por medio de la palabra de Dios, Dios me habla. Si confío en El, entonces hago lo que Él dice. La Palabra me dice, » Traed los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa…» (Malaquías 3: 10).

Sólo la falta de fe impide que una persona obedezca este mandato.

Debido a la falta de fe que obra por el amor, Israel rehusó traer los diezmos a la Casa de Dios. La incredulidad nos lleva a eso.

Dios hizo una pregunta. «¿Robará el hombre a Dios?; sí, vosotros me habéis robado». ¿Cómo puede un hombre que profesa amar a Dios robarle? La respuesta es simple. ¡¡¡El no ama a Dios verdaderamente!!!

Cualquiera que no trae los diezmos al alfolí de Dios, que es su Iglesia no ama a Dios (pues no es para los indigentes, no es para enviar a algún programa de la televisión, no es para enviar a un predicador de la televisión y no es dado a tus amigos).

La casa de Dios es la iglesia donde tú adoras. Y si tú amas a Dios, tú lo traerás ahí donde Él lo pide. Es tan simple como eso. Necesitamos enseñarlo en nuestras iglesias. Enseñarlo en amor.

Si amamos a Dios, entonces haremos lo que Dios dice. Y Él dice en Proverbios 8: 17, «Yo amo a los que me aman…«.

El amor es lo que tú haces. Toda promesa hecha en la Biblia es precedida por un mandamiento.

Dios dice, «Si me aman, guardarán mis mandamientos». Esa es una prueba de tu amor a Dios. Dios dice, «Si me amas, yo te amaré».

¿Cómo hace El esto? Si lo amo guardando sus mandamientos, El me amará cumpliendo esa promesa.

La desobediencia es una falta de confianza; es incredulidad. La incredulidad trae maldición. «Son malditos…» (Paráfrasis de Malaquías 3: 9).

¿Cuál es la razón?

Es rehusar amar a Dios.

El amor no es mecánico. El amor viene a través de una relación edificada sobre la confianza.

Jesús dijo, «No pueden servir a Dios y a las riquezas, porque odiarán a uno y servirán al otro, o servirán a uno y aborrecerán al otro».

La única razón por la que un hombre retiene su diezmo, es porque su dinero se ha convertido en su dios. El ama más el dinero que a Dios.

Cuando el joven rico vino a Jesús, El notó que era un joven bueno, lo amó. La Biblia dice que lo amó. Lo amó tanto que le hizo saber que estaba perdido.

Entonces Jesús comenzó a tratar con él, y le presentó el problema. Le dijo, «Vende lo que tienes, dáselo a los pobres».

Él era codicioso, y la Biblia dice que se fue muy triste porque tenía muchas posesiones. Esas posesiones eran su dios.

Las amaba más que a Dios. Debes sacrificar eso a Dios, sea lo que sea tu dios, debes sacrificárselo al Señor.

Un hombre siempre va a sacrificar todo para, y por su Dios. Siempre».

los cristianos en nuestro país no tienen Dios. Ellos realmente no se sacrifican por nadie. Ellos van a dar de sus obras, pero no se van a sacrificar la mayoría de las veces.

el ‘yo’ es su dios, y no hay sacrificio que no harían por su dios.

Pídele a un hombre que me dé el 10% de sus ingresos aparte de sus diezmos, a las misiones y te va a decir que le estás pidiendo mucho.

Pero sin embargo él va a gastar el 25% de sus ingresos en muchas comodidades que su ‘yo’ quiere. ¿Te das cuenta?, el ‘yo’, es su dios».

El hombre se va a sacrificar por su «yo». Y cuando el hombre rehúsa dar su diezmo, hay sólo una respuesta. El no ama a Dios.

Y si amas a Dios, tú harás lo que Dios dice. Es mucho más que simplemente no amar a Dios, es no confiar en Dios.

Cuando él rehúsa entregar lo que Dios le ha ordenado a Su casa, entonces ha llegado al punto que no sólo no ama a Dios, sino que no confía en El. Esto significa que esta persona ha llegado al punto en el que no conoce a Dios.

«Aquellos que conocen Mi nombre, pondrán su confianza en mí»( Paráfrasis de Salmos 9: 10).

El nombre en la Biblia denota carácter. Sólo lee los nombres en la Biblia y vas a saberlo.

Conocer a Dios, era conocer el carácter de Dios, y el salmista dijo, «si conocen tu carácter, si te conocen a tí, ellos confiarán en tí»;

entonces, el no confiar en Dios, el no amarlo, significa que has llegado al punto en tu experiencia en donde realmente no conoces a Dios

¿Sabes lo que eso significa? Esa persona está perdida.

Estamos hablando de la fe; la fe que obra por el amor, que es obediencia, que confía en Dios; la fe no pregunta por qué. La fe obedece. Hace lo que se le dice.

Dios dice que cuando tú haces esto, lo estás amando. Y si le amas, Él también te amará. Hará lo que le pidas.

 

Notas del libro EDC

BH. CLENDENNEN